“No olviden que la frustración forma parte de la vida. Aunque no se puede evitar, se puede aprender a manejarla, superarla y aumentar de esta forma la tolerancia a la misma. Aprender a tolerar la frustración facilita que nos enfrentemos con éxito a la vida. Por ello, cuanto antes aprendamos, mejor”.
La frustración forma parte del desarrollo normal de los niños. Representa una vivencia emocional que se manifiesta cuando no se cumple un deseo, necesidad o petición. Enmarcarla de una manera negativa con emociones de tristeza, ira, rabia y ansiedad, no es lo adecuado. Por el contrario, sí transformamos esta visión en una oportunidad de enseñanza, los niños tendrán mayores herramientas para experimentar, aprender y afrontar los retos que atravesarán a lo largo del camino de una manera óptima y positiva.
Es muy importante tener en cuenta los factores biológicos y medioambientales que influyen directamente a la hora de afrontar la frustración. En cuanto a los factores biológicos, debemos saber que cada niño nace con un carácter definido, lo cual en ciertas ocasiones crea un obstáculo para que él/ella pueda aceptar sus equivocaciones sin generar malestar ante lo que está viviendo y en estos casos los niños requieren mayor apoyo para moldear su manera de actuar. Con respecto a los factores medioambientales, los cuales hacen parte del entorno que rodea al niño, refiriéndose principalmente a la familia y a sus cuidadores, se debe apreciar que sí estos presentan indicadores de baja tolerancia a la frustración frente a distintas circunstancias, la probabilidad de que el niño actúe de la misma manera, es muy alta.